Tenía este libro en la nueva Laptop que me había regalado Brenda para sustituir el vejestorio de la minilap. No existían copias impresas ni lo había guardado en archivo USB cuando un domingo de madrugada don alguien entró a mi casa a robar. Lo sorprendí y el tipo ya llevaba ambas computadoras bajo el brazo. Ambos nos asombramos y él reaccionó primero al meter una de sus manos al bolsillo de su chaqueta simulando pulsar un arma de fuego e invitándome a hacerme a un lado. Estúpidamente le dije que necesitaba un archivo de una de las computadoras, que era muy importante para mí, que me diera la oportunidad de vaciarlo a una pastilla USB y por supuesto que el tipo no se iba a sentar a mi lado a mirarme hacer tal empresa mientras tomábamos un cafè, cosa que hubiera sido fabulosa. Entonces, mi mente, a una velocidad increíble pensó en las palabras del tal Jesucristo de que si te roban la túnica ofréceles las sandalias y reconsiderando tales palabras, las mastiqué por un momento a alta velocidad y decidí pedirle disculpas al Nazareno. En ese rectángulo cibernético tenía meses de trabajo y decidí enfrentar al necesitado de bienes ajenos para su sobrevivencia. Me lancé sobre él y rodamos por las escaleras del segundo nivel al primero. Él, como llevaba las computadoras bajo el brazo y una de sus manos en el bolsillo tenía menos posibilidades y lo sometí al estrellar su cabecita sobre el piso. Sangró de inmediato por uno de sus oídos. Aturdido soltó las máquinas y logré sacarlo de casa. Afuera y sin balance vociferaba en contra mía y de mi progenitora pateando la puerta. Lo vi sangrar y marcharse brincando la verja. Fui a recoger los rectángulos tecnológicos que facilitan la vida del escritor y también la de los ladrones.
Abrí el documento y lo vacié a una pastilla y con el paso de los días y los meses seguí laborando en el texto y otro domingo, el 2 de Julio entraron de nuevo a mi domicilio los hermanos necesitados y en esa ocasión se llevaron la Minilap con un poemario inédito y bocetos. La nueva laptop andaba conmigo de gira y logró zafarse de los amantes de lo ajeno. Decidí terminar esta obra y quitármela de encima y es lo que usted amable lector (a) ahora tiene en sus manos. Espero haya valido el sangrado del tipo, de lo contrario…les pido disculpas a ambos. A Jesús ya lo hice.
Los imposibles diálogos de un posible José Saramago con dos posibles apóstoles: Santiago e Iscariote y un enigmático Jesucristo imposibilitaron un buen título. Todos tenemos viajes oníricos o de muerte y los olvidamos.
Arturo Meza
Gentedemexico/ediciones